El pasado viernes ocho del mes en curso se reunieron en el campus todos los actuales y antiguos rectores con los decanos de nuestra alma mater para continuar con las celebraciones por el cientocincuentanario de nuestra universidad. Luego de la revisión de los símbolos que nuestros antepasados decidieron guardar, se encontró un misterioso comunicado escrito en tinta sobre papel he incrustado por un diminuto agujero junto a la cerradura de la capsula. Este periódico tuvo acceso al texto luego de que fuera desechado por creerlo nocivo y anti protocolario. Nos permitimos compartirlo íntegramente aclarando, por supuesto, que ninguna de las cosas escritas en él nos representa como medio de comunicación.
“Quise solicitar jurisdicción para renunciar a la condición humana. Por eso esta comunicación inició dirigiéndose a las naciones unidas, pero la representatividad de su legitimidad cruel me impide considerarlo. Tiene más poder la FiFa, pero esa gente necesita que le adjunte a esta carta un maletín con golazos verdes. La autoridad espiritual, representada en los monarcas de las religiones, no ha llegado a la agremiación y sin una organización universal la visita uno a uno de ellos me generaría un desgaste en inútiles debates en torno a lo que precisamente estoy renunciando. Ni pensando en el más deshumanizador de los humanos podría encontrar a un hombre con la potestad de concederme esta necesidad básica, urgente y prioritaria que me acosa: Salir de la razón de la naturaleza humana, sin pretensión por ser un extraterrestre o un mineral, solo salir de estas catedrales arrastrado o gaseoso, porque la discursividad de esta especie ha encaminado mi pensamiento al veneno y ya no solo considero sino que siento que los escombros a los que se ha visto disminuida mi humanidad no valen la pena para un renacimiento. Quiero dejar de temer porque alguien puede someterme a la descomposición de mi dignidad, lo único importante. Prefiero renunciar a lo irrenunciable para aplicar una verdadera estrategia efectiva de conservación. Abandono el partido para evitar darle algún motivo a alguien para dañarme, porque en esa competencia a la que entregamos “nuestra ventaja sobre los demás seres” transgredimos lo salvaje. Comprendo bien el instinto de supervivencia animal y reconozco en él los bordes de la nobleza con la crueldad, pero tener esta mente moldeada por la palabra ha profundizado en subsuelos y cielos la posibilidad, multiplicando las opciones del perjuicio, de la sensación, de la pena, obligándome a llevar lejos mi forma de querer que es, también, mi forma de dañar.
No se trata de quitarme la vida sino de optar por ella desde una nueva materialidad, una refamiliarización de nido a la que un cuerpo viejo como este puede entregarle su restante energía en totalidad. Me iré a una zona intangible en la Amazonía de esas a las que el estado nunca ha podido llegar.
Se muy bien que mi mente jamás desaprenderá por completo, pero pretendo someterme a una quietud que se vaya entregando al instinto con un algoritmo mental de quiebre de pases de mi experiencia propia con la razón, he preparado por años el filo de estas tijeras de jardinería con las que desbastaré el florecer humano al que me he visto sometido durante la vida. He esculturado un sistema de funcionamiento maquinado y programado para generar los impulsos eléctricos con los que congelaré mi razón para corregir los problemas que me han causado las palabras, para dejar de estar condenado a la esperanza por entenderla, para no necesitar discurso. Que el hecho de ser yo un dios o un animal sea algo que les importe a ustedes porque a mí nunca más.
Por eso reciban mi comunicación como último gesto. He decidido ponerla en esta “capsula del tiempo” porque el tiempo es el único que nos demuestra que tan humanos fuimos o que tanto lo dejamos de ser. Para cuándo esto se ha leído estoy seguro que mis palabras finales están impregnadas con la verdad, porque solo el tiempo tanto a usted como a mí nos puede garantizar que he llevado mi humanidad a los mínimos niveles, que si no he muerto la memoria ya será solo un mal recuerdo que no me va a llegar y que, aunque ni eso me salvaría de ser una cifra, hubo un hombre que fuera de los hombres encontró la verdadera libertad.”
Al final de la hoja no se encuentra fecha ni firma, pero por la lógica que nos plantea la capsula del tiempo podemos presumir que el texto ha sido escrito por alguien al principio de la década de las dosmiles. Seguiremos informando.
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